Ayer sufrí con mi hijo el primer gran atasco de la temporada al tardar 38 minutos en recorrer los 6 km que separan mi casa del colegio. Como siempre, aproveché la circunstancia para hablar y jugar con el niño y, en esa tesitura, el susodicho me dice que le gusta que entre el aire por la ventana del coche y que no quiere estar parado. Intento explicar que no puedo avanzar si no lo hace el coche que tenemos delante y, a su vez, éste no lo puede hacer al tener otros coches parados que se lo impiden. Y es justo en ese momento cuando el niño hace la típica pregunta que el adulto no puede responder: "¿el primero por qué no va?".


La verdad es que no se por qué no va el primero. Ni siquiera sé si hay un primero en estos casos. Tampoco conozco la causa de que ayer hiciéramos el mismo recorrido en solo 10 minutos, ¿trabajó menos gente?, ¿fueron menos niños al cole?, ¿se durmió el primero y en su lugar se puso otro con más marcha?.

Ya hemos experimentado todos el fenómeno que se produce en ocasiones cuando, por arte de magia, los coches desaparecen de golpe y en un minuto pasamos del atasco del siglo a estar solos en la carretera.

Tengo entendido que, para analizar el tráfico, se utilizan complejos modelos matemáticos y estudios de física de partículas. Lo que no tengo tan claro es si se utiliza el sentido común.